Consuélate con saber que sólo porque antes fuiste, hoy eres; y porque eres, mañana serás otra vez.
Lafcadio Hearn dedicó los últimos 15 años de su vida a dar a conocer la cultura japonesa; no sólo a los occidentales: también a los propios japoneses. En una época (finales del siglo XIX) en que Japón recién se abría al mundo y pugnaba por modernizarse aún a costa de renunciar a sus raíces, Hearn les recordó la riqueza ancestral de su cultura. Rescató relatos y poemas, escribió estudios sobre literatura, sociedad, estética, filosofía, animales, mitología.. Por todo ello, aún hoy se le sigue venerando en el país nipón.
Sombras es un libro muy peculiar. No deja de ser un batiburrillo de temas y géneros, pero es un batiburrillo tan bien escrito que sólo puedes leerlo con la misma fascinación con que Hearn debió contemplar Japón al desembarcar allí por primera vez en 1890. El libro se abre con «Historias de libros extraños», seis relatos cortos y poco conocidos donde los fantasmas y los espíritus campan a sus anchas. Esta selección sirve como primera aproximación al rico folklore japonés: hay relatos de puro terror, pero también encontraremos historias de amor y hay lugar incluso para narraciones con moraleja.
La siguiente parte del libro, «Estudios japoneses», es la más extensa y también la más apasionante. En «Semi», Hearn diserta acerca de las variedades de cigarras y el reflejo de su canto en la poesía japonesa. Un tema sin duda extraño que al autor le sirve para trasladarnos a un típico bosque de Japón y así hablarnos del paso de las estaciones, de budismo zen, de la impermanencia de todas las cosas, de la reencarnación, de filosofía, de métrica, de géneros líricos… Impresionante. Mucho partido le saca también al siguiente estudio: «Nombres japoneses de mujer», en el que Hearn analiza los nombres femeninos (yobina) más comunes, su significado literal y sus connotaciones (estéticas, claro, pero sobre todo morales), los distintos grados de formalidad en el trato personal, las peculiaridades del lenguaje japonés…
Es curioso cómo Hearn, gracias a dos temas tan dispares y aparentemente banales como puedan ser las cigarras y los yobina, consigue acercarte la sensibilidad y la forma de pensar únicas de los japoneses. Quizá sea en los temas menos importantes donde más se hacen notar la personalidad, las particularidades de un pueblo. El tercer estudio, «Canciones japonesas antiguas», es fiel a su título; a pesar de su indudable valor histórico y literario, resulta el menos interesante de todos. A destacar que de todas las poesías del libro, se incluye la traducción y la transcripción fonética del japonés. La verdad es que la edición de Sombras está muy cuidada (empezando ya por esa portada con detalles brillantes y en relieve, a modo de fina escarcha); Satori es una pequeña editorial especializada en cultura japonesa y mima sus publicaciones.
El libro se cierra con «Fantasías», un cajón de sastre donde el autor expone varios de sus temores y ensoñaciones. Me da la sensación de que con estos extraños capítulos, a menudo crípticos y oníricos, Hearn está tendiendo puentes. Compartiendo sus recuerdos y tiñéndolos de la filosofía nipona («Levitación» y «Lecturas de un libro de sueños» son absolutamente zen), nos recuerda a ambas partes que, al final del día, no somos tan diferentes. Que las ideas y los miedos son más comunes de lo que pensamos, quizá sombras de un mismo origen.
Con un nuevo salto volé unas mil millas. (…) En la calle, el silencio era total: la gemte miraba pero nadie pronunciaba palabra. Me asombraba pensando en lo que les parecería mi hazaña y en qué dirían si supieran lo sencillo que resultaba. Había sido un descubrimiento casual y el único motivo por el que considerarlo una proeza era que nadie más lo había intentado hacer antes.