No sé si será gracias al Book Journal que me autorregalé en Navidad, pero llevo un mes en el que no dejo de devorar libros. Siempre digo que desde que tengo la librería, leo menos que nunca; increíble pero cierto. Y aún así, me las apaño para recomendar títulos (y acertar a menudo). Ahora, quizá será por la chorrada de que me hace ilusión completar la ficha de los libros que leo, pero por fin he retomado un buen ritmo de lectura. Desde cuentas pendientes como «Un mundo feliz» o «La isla del tesoro» a apuestas personales como este «El ganso salvaje» que hoy voy a comentar, de Ogai Mori (autor japonés de principios del siglo XX que personalmente desconocía).
El libro es nada más y nada menos que la disección de una oportunidad perdida. Qué se esconde detrás de un hombre y una mujer que se enamoran a través de una ventana pero nunca llegan a conocerse. Dos personas a quienes la vida, tan casualmente como los juntó, los separa. No estoy soltando spoilers, ojo: esta oportunidad perdida es el eje de toda la narración.
Conocemos la historia a través de un personaje externo, un mero espectador que se limita a aportar objetivamente toda la información que ha llegado a sus oídos a lo largo de los años. No hay lugar para sentimentalismos ni drama, que es lo primero que podríamos pensar al leer la sinopsis. El testigo nos habla de las vidas de esas dos personas (y de la gente que los rodea), nos describe su día a día, su rutina y sus pequeñas miserias, nos desgrana cómo un cúmulo de casualidades une y separa a ese estudiante a punto de graduarse y a esa mujer, amante forzosa de un usurero.
De una sencilla imagen (una mirada cómplice en un Japón donde las apariencias y los roles establecidos lo son todo), acaba surgiendo un estudio desapasionado (pero no por ello menos conmovedor) sobre las pasiones humanas y sobre cómo nos enfrentamos a la necesidad de sentirnos menos solos: mientras unos están dispuestos incluso a pagar por un amor fingido, otros nunca se atreverán a decir un simple «Hola».
No negaré que el libro me ha impactado muchísimo. En cierto modo, es la cara negativa de una de mis películas favoritas, «Antes de amanecer» donde los dos protagonistas, tras tener un flechazo en el tren, sí se atreven a conocerse aunque sólo sea durante unas horas.