Yoshitaka.
A primera hora de la mañana, cuando por sus callejuelas empinadas aún no ascienden riadas de turistas hacia el Kiyomizu-dera, cuando solo los tenderos más madrugadores empiezan a exponer cerámicas, dulces y figuritas de madera frente a sus tiendas pequeñas, es en ese momento cuando Kioto te devuelve por un momento a la magia de los antiguos grabados ukiyo-e. Parte de esa belleza efímera flotando en el tiempo perdura en las obras de Nishijima Katsuyuki. Nacido en 1945, este artista sigue utilizando las mismas técnicas de estampación con madera que hicieron famosos a Hiroshige o Hokusai. Reivindica los orígenes populares de este arte, con precios asequibles.
Sanpuku.
Tienda de kimonos.
Sus imágenes están impregnadas de nostalgia. En ellas recorremos un Kioto sin gente, sin edificios modernos ni coches, perdiéndonos en los recovecos que forman sus casas de madera, deteniéndonos a apreciar las tiendas, teterías y restaurantes que la hacen una ciudad única. Era la forma de vida de lo que se llamaba «Cultura de las montañas del Este», a los pies de Higashiyama, la más famosa de las montañas que envuelven Kioto.
Kinomoto no machiya.
Tetería Ichiriki.
Si estando en Kioto queréis disfrutar de primera mano ese ambiente que captura sus obras, la mejor opción es madrugar un día entre semana, dirigirse al este de Gion y partiendo del templo Yasaka-jinja, callejear hacia el Kiyomizu-dera por las estrechas calles Nene-no-michi, Ninen-zaka, Sannen-zaka, Gojo-zaka… Entre escalinatas y pagodas, respiraréis por un momento el encanto del antiguo Kioto.