Es absolutamente erróneo suponer que los demás están en condiciones de comprender nuestros sentimientos más profundos.
Para los japoneses actuales no sé, pero para un occidental resulta muy difícil entender el seppuku (el mal llamado harakiri), qué puede llevar a una persona a acometerlo. Más incomprensible resulta en los tiempos modernos, y no digamos ya si quien lo hace es un escritor famoso y de prestigio como Yukio Mishima. Si ya en algunos relatos cortos había dado pistas de su futuro seppuku, es en este recopilatorio de ensayos, reflexiones y artículos, escritos durante los tres últimos años de su vida, donde encontraremos todas las claves de su suicidio ritual aquella mañana de noviembre de 1970.
En Lecciones espirituales para los jóvenes samuráis, Mishima expone sus ideas al desnudo, sin las florituras de la literatura. Nos habla de la frustración que siente ante un Japón rendido a Occidente que renuncia a su legado, de sus propias contradicciones al ser el primero en disfrutar de las ventajas del mundo occidental, hace un repaso de sus últimos 25 años de vida, expone qué le llevó a formar la Sociedad de los Escudos (un ejército privado de universitarios samuráis…).
Reivindica, por supuesto, el heroismo de los samuráis ancestrales y de hecho no entiende un Japón sin samuráis. Y reflexiona también sobre el arte, la política, el placer y el pudor, la vida, la etiqueta, el esfuerzo… Comparte su ética personal con las futuras generaciones. Y aunque no puedas estar de acuerdo con todo lo que escribe (era ciertamente extremista), sí deja caer frases geniales, chispazos que te abren la mente. Siempre es un placer leer de primera mano lo que pasaba por la cabeza de un genio.
Mención aparte merece el brillante capítulo «Introducción a la filosofía de la acción», donde el autor desarrolla el significado de las acciones, para él más importantes cuanto más efímeras. Compara la acción con el acto de desenfundar una espada japonesa: te pasas años entrenando, estudiando, mejorando; llegado el combate, analizas la situación y permaneces en silencio mientras examinas al rival y recuerdas todo lo aprendido; al final, en menos de cinco segundos, desenfundas, atacas y matas. Así son las acciones: efímeras, pero precedidas de un largo tiempo de cultivo y seguidas por otro largo tiempo de consecuencias.
No es un libro triste: es un invitación a vivir una vida mejor, más honesta, coherente, llena de iniciativa, siempre fiel a unos objetivos claros. Una lectura extrema para paladares selectos que quieran ahondar en la filosofía samurái, ser testigos de excepción de los últimos pensamientos de un gran escritor o simplemente ampliar horizontes. Os dejo con algunas de las mejores frases.
Nadie puede dar el primer paso en la vida y experimentar inmediatamente una sensación de satisfacción.
Es fácil declarar que se está listo para morir, y ofrecer la propia vida, pero no es tan fácil demostrar la veracidad de lo que se afirma.
A pesar de ser un hombre, me parece del todo natural pensar que un cuerpo perfecto contribuya a elevar el espíritu y que, al mismo tiempo, se deba ennoblecer el cuerpo perfeccionando el espíritu.
Confío en que haya algún joven capaz de escribir al menos una obra no contagiada por el veneno ajeno, sino empapada genuinamente en el propio.
La vida es un baile en un cráter de un volcán que en algún momento hará erupción.
Apostar con prudencia no tiene sentido.
La acción no tiene eficacia si no está acompañada por una situación determinada, y cuando tal situación no existe debe crearse, concentrando todas las fuerzas en la reducción de las distancias temporales y espaciales.