Debía de estar reservándome para este libro. Tras varios intentos dejados a medias de adentrarme en el mundo de Banana Yoshimoto, por fin he conectado con una obra suya. Además, es su favorita, según cuenta en el epílogo. También asegura que son las historias más tristes que ha escrito jamás. Curioso, porque a mí no me han parecido en absoluto tristes ninguno de los cinco relatos que componen el libro. Todo lo contrario.
Son historias sobre la esperanza, sobre el reencuentro con uno mismo. Por eso me parece tan acertado el título: Recuerdos de un callejón sin salida. Solo tiene recuerdos quien ha sobrevivido. Quien sale de ese callejón, pone el pie de nuevo en la calle principal, luce una sonrisa y da las gracias por estar vivo. Quien entiende que la luz filtrada a través de las cortinas da más color a la estancia. Y los fantasmas pueden dar pie a una historia de amor y un fracaso amoroso traer a tu vida la amistad de los amarillos (¿será casualidad el color de las flores de la portada?) y un envenenamiento dar pie a esa reconciliación con el pasado que te hará libre.
Las protagonistas de Banana Yoshimoto son chicas vulnerables y tan ingenuas que ni siquiera se dan cuenta de que algo les faltaba hasta que el destino las arrolla para que crezcan. Y son más fuertes de lo que creían. Y tienen la felicidad a su alcance. Aquí, ahora. Solo tenían que saberlo. Solo tenían que desearlo. Ir a por ello. El libro es efectivo porque en menos de 200 páginas, cuenta cinco historias de transformación. Su estilo sencillo, de frases limpias, como cazadas al vuelo una mañana de primavera, subraya el mensaje: todo es más fácil de lo que parece.
Propongo que cada lector se atreva a escribir el sexto cuento. Se podría titular «La última pieza». Pero para colocar esa pieza, primero tienes que ir a la tienda a comprar el puzzle, eliges uno bonito, preparas entonces en casa una superfície adecuada, en una habitación tranquila y con mucha luz, reservas un poco de tiempo, te relajas, distribuyes las piezas por colores, creas el borde primero, eso es lo más fácil, cotejas, colocas piezas por instinto, dejas atrás las preocupaciones y poco a poco, sin darte cuenta, ese inmenso hueco del principio se habrá llenado, ya solo queda un punto ciego. Pero esa última pieza es la más importante. Pagaste por el placer de colocarla. El placer definitivo de haber completado el puzzle. Es su razón de ser. Rebusca en la caja, ahí está, colócala. Ahora sí, ahora admira el resultado. Es tu vida.